En esta ocasión el ganador es Víctor González, en este reto la premisa era que la historia tuviere relación con ultramar.
Hotel Cochabamba.
Anselmo Areces llegó a Grao un seis de junio de 1905. Eligió regresar a su pueblo el día en el que cumplía cuarenta años, pensando que aún le quedaba media vida por delante.
Se marchó como algunos valientes, cuando era un guaje casi imberbe y repleto de sueños, allá por la primavera de 1888.
Durante el último año se había dedicado a liquidar todas sus posesiones en Cochabamba. El mismo Mariano Baptista Caseta, vigesimotercer presidente de Bolivia con quién tantos negocios hiciera, lamentó su marcha con una frase lapidaria. -El busto de la plaza que lleva su nombre, será testigo mudo del vacio que nos deja.
Llegó hasta su pueblo por el camino de Oviedo, desde el Gijón que un día le vio partir, pobre como rata dispuesta a comerse el mundo. Se bajó del carro frente a la estafeta de correos. Pareciera que el tiempo hubiera pasado en un pestañeo. El mismo olor a hierba recién segada, a cecina ahumándose colgada en los tiros de las chimeneas de las casas y a excremento fresco de vaca.
A su espalda un pequeño gritó -Un indiano, un indiano.
No le molestó. En las cartas que había recibido regularmente, su madre le trataba así casi desde el principio y para Anselmo, aquel adjetivo que acabaría por ser su mote, no sonó desagradable a sus oídos.
Entró en la estafeta y preguntó al oficinista con acento marcadamente forastero.
-¿Dónde vive Rosalía de Diego?
El anciano levanto la mirada por encima de unos lentes circulares de montura de carey. Observó un momento a Anselmo con aire cansado y dudó en la respuesta, al tiempo que acomodaba las retinas a los lustros que habían pasado por aquel hombre, mientras poco a poco le reconocía.
-Guaje, eres el Anselmo. Desde que murió tu madre y dejaron de llegar las cartas, no hemos vuelto a saber más de ti, -dijo con disimulada sorpresa mientras valoraba sus ropas de calidad y los baúles de la puerta- ¿Vienes a quedarte?
El hombre calló un momento y escudriñó los ojos del indiano por rezongarse frente a lo que venía.
-Rosalía se casó, -dijo con deliberada lentitud- pero enviudó hace dos años. Vive en la calle del Cerro de la Muralla. Lloró mucho a tu marcha y juró que no habría más hombre que tú para ella, pero ya ves, el tiempo afloja las sogas de la añoranza y la vida sigue.
Anselmo giró sobre sus zapatos bicolor y se dirigió a la puerta. En la calle respiró hondo y miró al frente. Sobre aquella colina verde y suave que se levantaba ante él, pensaba construir la casa de estilo colonial más bonita, con el Nalón a los pies y entre castaños, robles, hayas y abedules, raharía su vida con ella.
Esa casa todavía existe, aunque mi abuelo la vendió en los años cuarenta para marcharse a hacer las Américas a Cochabamba y a reencontrarse con el pasado de su padre. Hoy es un hotel rural, y desde su habitación principal escribo estas líneas con el Nalón a mis pies y el pueblo al otro lado.
Grado 12 de enero del 2013.
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En cada reto hay estupendos textos para leer aunque solamente uno puede ganar el reto y proponer así los términos bajo los que se regirá el siguiente reto.
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