Aquí os dejo los dos relatos de los únicos participantes en el último Reto Efeméride. Disfrutadlos, pues son excelentes. Os esperamos por el foro, no dejéis de participar en sus temas, leer las propuestas de interesantes concursos, etc.



Au revoir, mon amour... (por Hellraiser)

Phillipe tenía la sensación de que algo estaba a punto de ocurrir, y se dirigió a las ruinas del castillo para reunirse con Jean-Marc. Sus compañeros, repartidos por la amplitud de la ciudad, camuflaban su identidad francesa bajo ropajes típicos gaditanos. Eso le permitió pasar desapercibido entre la población, y poder así descubrir los entresijos que se ocultaban tras las paredes de sus ciudadanos.

Esa mañana de marzo era diferente a las anteriores. El soldado percibió un extraño silencio por los callejones del centro, igual de infrecuente que la soledad en la que estaba sumida la ciudad. Se vio a sí mismo como la única persona que deambulaba de aquí para allí, perplejo. Hasta que se cruzó con un compañero de filas, y le hizo una señal para reunirse en el punto concretado.

Y allí, tras los muros de San Romualdo, los dos soldados se escondían entre las ruinas.

—¿Lo has notado?
—Sí —contestó Jean-Marc—. He visto a muchos hombres dirigiéndose hacia el edificio de las Cortes, en silencio.
—Ese silencio es el que me está poniendo nervioso.
—¿Crees que están tramando algún alzamiento?
Peut être, mon ami.
Allors?
—No lo sé —contestó Phillipe, pensativo—. Tendremos que dar informe al mensajero.
—Ya lo hago yo, compañero.
Ça marche…

El soldado vio partir a Jean-Marc camino de abandonar la ciudad, para dar la información al mensajero que cabalgaría hasta las tropas vecinas. El sol, en ese instante, se encontraba en el punto más alto de un cielo claro y raso, abatiendo con el calor de sus rayos el cuerpo desacostumbrado del Demi-brigade Phillipe Leroux, quien sudaba la humedad de aquel clima con sosiego.

Abandonó el escondrijo, buscando el abrigo de alguna sombra que le permitiera deshacerse de la sensación agobiante que le procuraba el ambiente gaditano. Así encontró un árbol cercano a la entrada a las Cortes. Y se quedó allí, acuclillado, con la espalda apoyada en el tronco, disimulando con un trozo de vara con la que hacia extraños símbolos en la tierra.

—¿Qué hace usted aquí? —le preguntó una mujer.
—Descansando —contestó, sobrecogido.
—Pues tendría que estar usted encerrado en su casa, hasta que se cumpla el nuevo estamento.

Phillipe quiso preguntar, pero se retrajo al sopesar que si alargaba la conversación podría ser descubierto. Y allí, sin armas, solo, encontraría la muerte antes de poder abandonar la ciudad. Sonrió a la mujer y asintió con la cabeza; y siguió con sus ojos a la portadora de un gran capazo, de mirada aceitunada, hasta que la vio desaparecer al flanquear los pozos.

Entonces escuchó un leve susurro provinente del edificio. Y el murmullo creció y creció, hasta que las puertas se abrieron de par en par, y una marabunta de ciudadanos se reunieron delante de las Cortes entre vítores y consignas. El soldado se irguió de repente al ver el barullo. Todos se abrazaban, se encajaban las manos con garbo y alegría. De las callejuelas aparecieron otro centenar de personas que se unieron al primer grupo, formando una gran exhibición de gritos de júbilo y alabanzas a la libertad.

Tres hombres le agarraron por la espalda, sorprendiéndolo, y lo empujaron con ánimo hacia la gran algarabía humana. Una vez allí fue estrechando manos de ciudadanos satisfechos, recibiendo abrazos y sonrisas, a las que se sumó por el bien de su integridad. Un chico se acercó, mirándolo, y le mostró un puño cerrado que se blandía en el aire, cargado de rabia.

—¿Qué ocurre, muchacho? —se atrevió de preguntar Phillipe, aun cuando sabía su problema de pronunciación.
—Por fin somos libres —le dijo el joven—. ¡Por fin!
—¡Claro! —afirmó un hombre de piel castigada y ojos brillantes—. ¡Libres! ¡Por fin! Ya tenemos sentenciada la primera Constitución. ¿Es que no se ha enterado?

Phillipe negó con la cabeza, en silencio; ensombreciendo el rostro al imaginar qué era lo que iba a ocurrir a partir de aquel momento. Tragó saliva e intentó sonreír.

Y mientras saltaba fingiendo alegría, y abrazaba a todo aquel que se le acercara, pensó en su querida Francia, y en el tiempo que tardaría en volver a su hogar, y abrazar a Amélie.
_______________________________________________________________

¡VIVA LA PEPA! (por Víctor)

¡Frasquita!¡Frasquita!.
La voz atiplada de la señorita de Buendía, sonó exigente del otro lado del mostrador de la que decían, era la mejor tienda de ultramarinos de todo Cádiz.
-Voy volando- Contestó la Frasca desde la trástienda.
-Doña Consuelo vive Dios. ¿A que debo el honor?
-Vengo corriendo desde la aduana Frasquita. Me han dicho que te habían despachado lo del último barco que escoltaron los ingleses la semana pasada desde Faro, y ando loca por saber que hay de nuevo. Tengo dinerilllo que me he regalado mi padrino por mi santo, y ganas de tejidos nuevos, y de puntillas finísimas. He llegado a San Antonio en un santiamén.
-Pero Doña Consuelo, que esto es una tienda de ultramarinos y no de paños.
-Anda, que sé de buena tinta por mi tío, que lo mejorcito de las expediciones viene a tu casa, y quiero hacerme el vestido más bonito entre La Caleta y San Juan de Dios, y entre La Alameda y Capuchinos.
-Osea del centro de la tacita, como los posos del café de puchero.
La sonrisa con la que contestó guasona, molestó a la señorita de Buendía tanto que estuvo tentada de salir de la tienda. Sin embargo sus modales astutos de niña bien que dominaba el inglés, el francés y el portugués, a fuerza de ayudar a su tío en el despacho de aduanas tiempo atrás, su conocimiento de los libros de cuentas, y sobre todo, su refinamiento impostado a la espera de un galán con posibles con el que hacer una buena boda, todo lo anterior y el paladear la venganza, hicieron a Consuelo Buendía y Nelson devolver a la Frasca una mueca con pregunta incluida.
-¿No quieres saber la razón del vestido?
-Señorita, que una es muy vieja ya -disimuló- Venga esta tarde que sacaré del arca lo mejor. Ahora estoy liada con otros paños, pero de bacalao del bueno. ¿No quiere llevarse un kilito para hacer unas pavías?
-A las cinco volveré Frasquita. Apenas abras estaré aquí, Ah y gracias por lo del bacalao, pero cenaremos una mojarras que aún dan saltos en la fresquera.
Consuelo salió a la plaza de San Antonio toda bañada en la luz del mediodía. El olor de la sal penetrante, llegaba con aquel levante brusco entrando por Santa Catalina, y desde hacía días no dejaba parar quieto un tocado, ni una sombrilla, ni las arpilleras que cubrían balcones y ventanas. Pensó en apretar el paso hasta el Mentidero, -Total sólo eran tres manzanas para no despeinarse- pero los gritos a lo lejos de una multitud desordenada, la confundieron primero, y llamaron su atención después. 
Desde San Francisco venían corriendo, encabezando un tumulto de hombres y mujeres que les seguían, una miriada de chiquillos. Al principio la muchacha no entendía bien lo que decían, pero conforme unos y otros fueron acercándose entre bailes y saltos todo le quedo claro.
-¡Viva La Pepa!- Gritaban unos.
-¡Viva!- Contestaban a coro los restantes.
-Adiós vestido- Pensó Consuelo mientras comprendía que la información que le había dado su primo sobre la derogación de la Constitución, había errado en el tiempo aunque él fuera uno de los cercanos al rey Fernando VII. Aquella algarabía de hombres, mujeres y niños, que parecían más libres que nunca, sin duda preconizaba el final de un bienio de liberales. Con ellos decían que se iría también la fiebre amarilla, aunque ésta perduraría muchos meses más. Los que fueron encarcelados entre sombras, entre maldiciones absolutistas y entre nostalgias de una parte del pueblo, fueron los Diputados. Una vez derogada la Contitución, y disueltas las cortes, el Borbón cerró periódicos y calló bocas para siempre, y contra todo pronóstico fue recibido entre vítores.
-Adiós a la venta de los paños y los encajes- Pensó a su vez la Frasca, que brazos en jarras miraba desde la puerta de su comercio la escena.
-Qué pueblo el mío.

0 hablaron:

Publicar un comentario

¡Bienvenido! Cuéntanos si este sitio te ha hecho soñar o llorar. ¿Te ha gustado lo que has leído? ¿Nos cuentas tus sensaciones? Gracias.

...